Iba caminando hacia la avenida Washington donde pasan los trenes y vi a un viejo sentado con las piernas cruzadas, me acerque con el migrante y pregunte: ¿a ver tu tatuaje?. Fui preguntando quien tenía otros tatuajes y cada quien me presumía los dibujos en cada piel marcada. Todos ellos son migrantes centroamericanos, venían desde el purgatorio, sin trabajo para tener una vida sana. Había contemplado las nubes cuando observe las casitas de cartón, mísera, en una vía muerta donde la lluvia le lloraba a esta calle.
Había escuchado desde mis aparatos cuando un  Salvadoreño explicaba como los maras mataban a sus colegas, se me abrieron los ojos de sorpresa y estaba asqueado por la historia de cada muerte.
Su siguiente parada: el norte.

You may also like

Back to Top